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LA TRINCA DEL CUENTO NRO. 394

OTELO, y su falta de control… “remoto” – Parte 1

Fue en la navidad de 1990 cuando bajo el árbol de Navidad, Otelo se enamoró del juguete más hermoso que había visto en la vida

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OTELO, y su falta de control… “remoto” – Parte 1

Por Priscila Arriaga

Fue en la navidad de 1990 cuando bajo el árbol de Navidad, Otelo se enamoró del juguete más hermoso que había visto en la vida. La brillante, deslumbrante camioneta “Desdemon”; su más grande deseo desde aquel verano en que apareció el comercial en televisión. DESDEMON, la mejor camioneta eléctrica del momento, con control remoto, tres velocidades, reversa, todo terreno, baterías incluidas. Lo más increíble y moderno para Otelo en ese entonces. Durante semanas, meses, no paró de soñar con jugar con ella.

Lo tenían acostumbrado a hacer una lista enorme de regalos, sin muchas ganas, sin pensar demasiado. Total, siempre le regalaban lo que quería. Ese año fue diferente, desde inicios de noviembre escribió su lista con un solo regalo: la anhelada camioneta. 

La mañana del 25 de diciembre, 6:00 am en punto, Otelo abrió los ojos, saltó de la cama, y corrió al árbol de Navidad. Su amor lo esperaba. Y estaba ahí, adornada con un enorme moño rojo.

Fue una conexión total con su amada camioneta desde el instante que le puso las baterías. Dormía con ella al lado de la cama, iba a la tienda con ella, comía con ella, no podía dejar de tenerla a su lado ni un instante. Estaba próximo a terminar sus vacaciones escolares y tenía sentimientos un poco confusos. Por una parte, estaba ansioso de mostrarles a sus amigos su nuevo juguete, pero también, le causaba angustia pensar que alguno de ellos quisiera jugar con ella. No se sentía lo bastante fuerte y seguro para negarse a prestarla a alguno de sus amigos. 

Llegó el día de regresar a la primaria Venecia. Otelo cursaba el 6to año, junto a su mejor amigo Casio. Habían estado juntos desde el 1er año. Hasta el momento, eran inseparables. Entre todos los niños fue al primero que buscó para contarle sobre su nuevo juguete. 

Casio se encontraba en el patio de la escuela, jugaba luchitas con Yago, un niño de otro grupo. Casio, algo corpulento para su edad, alto, le gustaban más los deportes, los juegos rudos. No era de esos que les gustara estar quietos por mucho tiempo. Por eso, cuando Otelo le contó entusiasmado de “Desdemon”, a él no le pareció algo del otro mundo. Le interesaba más un partido de futbol que un control remoto. 

Yago era otra cosa, siempre resentido y envidioso. En casa pocas veces le hacían caso. Sus padres trabajaban todo el tiempo. Iba y venía solo a la escuela, muchas veces sin comer y sin dormir. Nadie lo notaba, a nadie le importaba. Eso hacía que se viera y fuera debilucho, lo volvía un blanco perfecto para todo tipo de burlas y bromas pesadas. Ver a Otelo con juguete nuevo y a Casio reír, simplemente le hacía hervir la sangre.

Yago solía estar en compañía de Rodrigo, un compañero de clase en circunstancias parecidas, mas no iguales. Los padres de Rodrigo trataban de atenderlo, de cuidarlo lo más que podían. Pero a él no le parecían suficientes las cosas que podían comprarle. Era aficionado a comparar sus cosas con las de Otelo, que para su desgracia, tenía padres con mucho más dinero. Cada enero durante los 6 años de la primaria, Rodrigo contempló de lejos todos los juguetes que le habían comprado a Otelo cada navidad. Le daba tanto coraje, ¿cómo podía recibir tantos regalos cada año y él, rogar por recibir siquiera uno solo?

Una mañana durante un descanso, Rodrigo iba caminando por el patio y escuchó un ruido extraño, algo así como una especie de zumbido eléctrico. Bajó la mirada y, a sus pies, Otelo chocó a “Desdemon”. En ese instante, Rodrigo quedó maravillado, jamás había visto de cerca uno de los juguetes de Otelo y menos uno así de impactante ¡eléctrico! ¡de control! Corriendo llegó Otelo, lo quitó de sus pies y se fue. Rodrigo se quedó ahí parado, viéndolo alejarse y pensando: ¡Qué no daría yo por tener esa camioneta!

Pasaron varios días en la primaria “Venecia”, se veía a Otelo andar por todos lados con “Desdemon”, para aquí para allá. A Yago esta situación se le volvió insoportable, estaba harto del zumbidito, de las risas, de la estúpida cara de felicidad de Otelo. Era hora de hacer algo. Pensó de qué manera podría dañar más a Otelo, ¿Qué sería lo que más podría lastimarlo?, ¿Qué podría amar más que su preciada camioneta? 

Yago conocía las debilidades de Casio, sabía que le encantaban los juegos de luchas, deportes, todo lo que implicara demostrar su fuerza, competir. Ideó un plan. Una mañana durante el descanso, mientras Casio jugaba futbol, desde la banca Yago comenzó a burlarse de él. Cuando falló un gol, aprovechó la oportunidad; comenzó a gritarle que era el niño con la peor puntería del equipo, lo culpó de antiguas derrotas y cosas por el estilo. Hizo reventar el delicado ego de Casio, quien no pudo ignorar los gritos de Yago. Desde la cancha lo enfrentó, diciéndole que era mentira todo lo que decía y se lo podría demostrar cuando quisiera. Yago aceptó la propuesta, retó a Casio a un concurso de Tiro al blanco: tres tiros al centro de la diana y tendremos a un ganador, le dijo muy seguro. Yago era excelente en eso, tantas tardes solo, sin nada que hacer, lo llevaron a perfeccionar su puntería, sabía que nadie podría vencerlo. 

-Si yo gano, dijo Yago, tendrás que convencer a Otelo de que me preste una tarde a su adorada “Desdemon”, le dirás, que seré yo quien jugaré con ella. 

- Acepto - respondió Casio, sin pensar la propuesta.

- Nos vemos aquí mañana a la hora del descanso- concluyó Yago. [Continuará]

Priscila Arriaga Luna. Vive en Irapuato, escritora amateur, amante del café y la expresión de sentimientos en letras. Hace parte del taller de escritura creativa del Centro Regional de Expresión Artística. 

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