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Seamos serios

En una elección presidencial los debates son importantes y a la vez no lo son. Dan la oportunidad de que millones de electores conozcan en vivo a candidatos con menos reconocimiento de nombre, y que en general han tenido menos acceso a medios.

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Seamos serios

En una elección presidencial los debates son importantes y a la vez no lo son. Dan la oportunidad de que millones de electores conozcan en vivo a candidatos con menos reconocimiento de nombre, y que en general han tenido menos acceso a medios. En México hoy eso es particularmente importante, considerando que la candidata oficial lleva años en el ojo público, haciendo campaña, y el acceso de Xóchitl ha sido muy limitado. Pero existe poca evidencia de elecciones –en cualquier país– donde alguno haya logrado mover preferencias o tendencias previas.

Por lo mismo, es importante poner en perspectiva la explosiva reacción de la comentocracia a lo que ocurrió el domingo. Es evidente que buena parte de ésta depende de las expectativas que se tenían. Dado el rígido y absurdo formato, ni Winston Churchill en su mejor día hubiera logrado contundencia suficiente para mover la aguja. Y ningún candidato es Churchill. Xóchitl no es una buena candidata por su elocuencia, pero defiendo a capa y espada lo que sí ofrece.

He hablado con una docena de personas que trabajaron con Xóchitl en las últimas décadas en labores filantrópicas, y con funcionarios públicos que también lo han hecho en distintos gobiernos. Su opinión es sorprendentemente uniforme, a pesar de claras diferencias en los momentos y funciones donde interactuaron con ella. En todos los casos resaltaron tres cualidades: "es una mujer inusualmente honesta, puedes contar con que va a hacer aquello con lo que se compromete, y es muy trabajadora". Yo resaltaría otras que saltan a la vista. Es una mujer humilde y con una autenticidad que proviene de su origen, con carencias materiales, sobreviviendo a un padre alcohólico y abusivo, y logrando salir adelante teniéndolo todo en contra. ¿Son atributos suficientes para hacerla una buena candidata presidencial? No. Pero, sí son condiciones deseables en una líder.

Al darle al debate del domingo importancia decisiva, corremos el riesgo de omitir la discusión fundamental sobre cuánto está en juego en la elección de junio. Si Sheinbaum gana, ésta será la última elección democrática en México en al menos una generación. Morena tendría la capacidad de controlar la Suprema Corte al nombrar a un ministro más en noviembre –¿otro del alarmante perfil de Lenia Batres?– con lo cual perderemos ese contrapeso. Probablemente esa victoria se reflejaría en mayorías en el Congreso, que se volverán una mayoría "calificada" cuando el PRI se alinee con Morena, ante la evidencia de que su dominio será perenne.

A eso hay que agregarle la evidente complicidad de la 4T con organizaciones criminales, cuya influencia crece en forma alarmante. Además, en lo económico, el gobierno entrante tendrá nulo margen de maniobra, partiendo de un déficit fiscal de más de 6 puntos del PIB que tendremos este año, y de la quiebra de Pemex que vuelve urgente e indispensable hacerle cambios de fondo al suicida modelo que este gobierno ha adoptado tanto para esa empresa como para la CFE, sabiendo que Sheinbaum se opone, por dogma, a la participación privada para redefinir nuestra matriz energética. ¿Y lo que decidimos discutir es si Xóchitl puso derecha o no la bandera en su cierre?

Sí, Xóchitl pudo ser más contundente poniendo el dedo en la llaga en la trágica pérdida de cientos de miles de vidas por un gobierno que dinamitó un sistema de salud pública que, estando lejos de la perfección, funcionaba. Pudo exigirle a Sheinbaum que explicara las cuentas offshore de su familia, o que aclarara si investigaría la evidente corrupción de los hijos del Presidente. No lo hizo. Pero nuestro papel, como opinadores, es enfocar la atención del público en los temas trascendentes, viendo más allá de las frivolidades de un intercambio inútil; y el papel de los periodistas serios es investigar las acusaciones hechas entre las candidatas para saber si tienen o no sustento.

En mi caso, si tengo que decidir entre una mujer honesta que quiere fortalecer contrapesos y que cree en la democracia, y una que debate bien (o miente con aplomo), sin duda alguna, me quedo con la primera.

@jorgesuarezv

 

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