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Guía de lectura nro. 540

El mal de Macaria España

En los momentos de crisis colectiva, el miedo cobra la forma de monstruos como el Godzilla posatómico de los japoneses o el chupacabras de la época de Salinas.

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El mal de Macaria España

“…Un día –hace unos cuantos años– la maldad llegó a la ciudad, fue apoderándose de las calles, de los comercios, pero lo peor fue cuando se metió en la gente, ahí ya no hubo mucho qué hacer, las personas se mataron entre ellas mismas por cosas tan absurdas como un celular o porque alguien le caía mal. Los sobrevivientes se tornaron como gatos ferales.”

Macaria España, escritora celayense, a través de los relatos de su nuevo libro El mal (Ediciones La Rana, 2023) regresa por la senda caminada en las entrevías de Las esquinas del mundo (Guía 273; Tachas 271), con ecos también de su trabajo narrativo breve manifiesto en 23 centímetros (Guía 309; Tachas 315). En el universo de España, el mal habita la región, desde el campo a la ciudad, desaparece muchachas ante la desidia de la autoridad, envenena fuentes de agua, engendra pandemias y monstruos, arrasa ciudades completas. El mal mismo, cuando logra materializarse, es una aberración escapada de un cuadro colonial, imposible de exorcizar por más jaculatorias o Vade retro que se le lancen. 

En los momentos de crisis colectiva, el miedo cobra la forma de monstruos como el Godzilla posatómico de los japoneses o el chupacabras de la época de Salinas. La exasperante impotencia ante la violencia, la muerte inesperada y atroz toman forma en los relatos de España: la muñeca plástica habitada, el asalto en plena calle, los balazos, encierros, puñaladas o vómitos colectivos.

Celaya, patria chica y escenario también de su novela Banana Street, (NitroPress, 2020) se convierte en “un montón de ruinas. La propia central de autobuses era solamente un paradero de camiones que casi siempre sólo pasaban de largo, nadie se quedaba en el pueblo. Conforme caminaba por las calles aparecían edificios abandonados, casas destruidas y una que otra persona que me miraba con desconfianza para huir de nuevo a sus cuasimadrigueras entre los escombros. La ciudad parecía un estudio para filmaciones de películas de terror.”

La protagonista de Muerto el perro, abusada por los miembros de su partido, pues “cuando su belleza irradiaba y cegaba a los políticos cuarentones, tuvo que abrir las piernas para seguir escalando, pero a ella no le importaba, tenía clara(s) sus metas y sabía que dar las nalgas era casi un requisito, al menos en el tricolor…”. Y harta de la opresión, al igual que la heroína de Banana Street y de los habitantes de Taxco, decide hacer “justicia” por propia mano de la manera más brutal. 

Ficción que germina del cadáver de la realidad, a la vez una crítica acerba y con ánimo justiciero; Una mala actriz parodia muy de cerca la vida de Angélica Rivera. El lector perspicaz puede escoger con qué final se queda, si el de Peña Nieto, que aún no termina de escribirse, o el de la pareja de Melecio Méndez…

Las representaciones antiguas personificaban al demonio como un hombre joven y atractivo para reafirmar su condición tentadora y disculpar quizás a la humanidad, frágil y carente de recursos ante su irresistible hechizo. El mal de Macaria España se parece más al que describe Terry Eagleton, es brutal, carece de sentido y mata lo que toca a su paso. Cualquier parecido con nuestra realidad…

 

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

 

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